"Adelante, hijos de Grecia. Liberad vuestra patria, a vuestros hijos, a vuestras mujeres, a los templos de vuestros dioses ancestrales, a las tumbas de vuestros antepasados: esta es la batalla para todo ello".
He estado en Mérida. Es algo que me gusta hacer anualmente, lo de ir a Mérida a ver una de las obras del Festival de Teatro Clásico. Como podréis imaginar, no se puede pedir mayor regalo si eres amante de lo clásico, del teatro o del teatro clásico, que ver una de las grandes joyas de la literatura dramática griega o latina representada en el incomparable marco que ofrece el teatro emeritense, con su acústica exquisita. Este año, en la 53ª edición se ha apostado fuerte por las figuras femeninas, por las heroinas, y confieso sin complejos que me hubiese encantado poder asistir a la puesta en escena de la "Fedra" que abrió el festival, hecha muy a lo clásico, con la genial Ana Belén y un Fran Perea que, según la crítica, ha estado más que a la altura de las circunstancias. No quiero dejar de recomendaros la visita a la ciudad, para contemplar las excelencias de Augusta Emerita y, a ser posible, y aunque no es la fecha más recomendable debido al calor, hacedla coincidir con el Festival, para que podáis ver una obra de teatro clásica, hecha al clásico modo y en un teatro clásico... será lo más parecido a estar en la Roma Imperial que jamás podáis hacer. Pero dejemos que la biblioteca siga siendo biblioteca y abordemos los detalles extraliterarios en la entrada que haré en el otro blog; centrémonos en lo literario del asunto, dejando antes mi recuerdo de la contemplación en tan formidable escenario de un Medea que me puso los pelos de punta, de unas Bacantes asombrosas y de una Lisístrata interpretada por Esperanza Roi que sencillamente fue magistral.
Vamos a ordenar un poco esto, empecemos por saber quién fue Esquilo y qué son "Los Persas". Esquilo es y ha de ser entendido no sólo como un poeta del siglo V a. C. sino como el padre de la tragedia clásica o, cuanto menos, el predecesor que sentó las bases sobre las que luego escribirán los grandes trágicos: Sófocles y Eurípides. No es asunto menor datar su vida, como vemos nos encontramos en los años precedentes a la grandeza ateniense, cuando se fragua el período de la gloria de la polis que dará paso la etapa de esplendor conocida como "El siglo de Pericles"; o sea, es época de inventar, sentar bases, crear y afianzar lo que luego serán las instituciones, cultura y sociedad de la Atenas clásica. Se data la vida del trágico entre los años 525 a. C. con su nacimiento en Eleusis y el 456 a. C. en Gela, donde se encuentra situada su tumba, lugar de peregrinación de la mayoría de los trágicos griegos de la época y cuyo epitafio viene a decir: "Esta tumba esconde el polvo de Esquilo,/hijo de Euforio y orgullo de la fértil Gela/de su valor Maratón fue testigo,/y los Medos de larga cabellera tuvieron demasiado de el mismo."
A pesar de que muchos dicen, basándose entre otras cosas en este epitafio, que fue más reconocido como soldado que como dramaturgo, esto no es cierto en modo alguno. Si bien lo es que su vida militar fue intensa, ya que participó en las batallas de Maratón y Salamina, también lo es que fue un gran vencedor en los certámenes literarios de los trágicos (se le atribuyen 28 participaciones, de las cuales 13 son victorias) e incluso, una vez muerto se promulga una ley por la cual cualquiera puede participar en el "agón" (entiéndase como certamen) con obras de Esquilo, donde sólo se permitía la puesta en escena de autores vivos.
Según catálogo escrito de sus obras, se le atribuyen al autor un total de ochenta piezas (quitando alguna que otra falsa atribución como "Las Mujeres de Etna". Si tenemos en cuenta que cada autor se presentaba a concurso con una tetralogía compuesta por tres tragedias (trilogía en adelante) y un drama satírico, tendremos como resultado que nuestro dramático tuvo que componer unas veinte tetralogías, con lo cual de forma alguna nos cuadran los números de las veintiocho participaciones; es decir, o no fueron tantas las participaciones, o faltan obras en el catálogo, o la división en tetralogías no es tan fácil como dividir el total entre cuatro... para que luego digan que la filología no es matemática pura, a veces puede ser incluso una ciencia exacta.
De todo este compendio literario ha llegado hasta nosotros, fragmentos aparte, tan sólo siete obras completas: la trilogía "La Orestiada" compuesta por "Agamenón", "Las Coéforas" y "Las Euménides" y cuatro obras sueltas, pertenencientes cada una a una trilogía distinta: "Los Persas", "Los siete contra Tebas", "Las suplicantes" y "Prometeo Encadenado". Hay que decir que, si bien es comunmente aceptado que esta obra pertence a nuestro autor, también es un asunto muy discutido, ya que encaja a la perfección en una trilogía junto a dos obras protagonizadas por Prometeo de las que tan sólo conservamos fragmentos, pero el léxico, la estilística y la visión de Zeus y la divinidad no son muy esquílea.
Podríamos tratar ampliamente sobre la ideología, estilo y temática de Esquilo, sobre su estructuración e innovaciones en la tragedia griega, pero esto sería un arduo y extenso trabajo que me temo, además os aburriría en demasía. No estaría demás leer algo sobre toda esta temática que os he comentado si prentendéis enfrentaros a un texto del autor, pero no os ha de faltar información en la red. De todas formas, si por aclamación popular surgiese o si más adelante me quedo sin temas y me da tiempo, podríamos hacer un post sobre teatro clásico, sobre lo extraliteario, las representaciones y demás. Ya veremos, de todas formas podéis dejar vuestras opiniones, ya que, como sabéis, enfoqué la biblioteca desde el principio como un lugar participativo... en fin, que me voy por las ramas. Decía que si acaso surgiera alguna explicación necesaria o conveniente a lo largo del post, se dará convenientemente. Termino con Esquilo con una curiosidad, ya que, como todos los grandes, él también tiene su leyenda. Parece ser que el oráculo vaticinó al dramaturgo, poco antes de su muerte, que esta le llegaría como consecuencia de que una casa se le vendría encima. Así pues nuestro Esquilo fue a vivir fuera de la ciudad para evitar tal peligro, pero no pudo burlar al oráculo (¿quién pudo?) y murió del golpe en la cabeza que recibió del caparazón de una tortuga que un águila dejó caer de lo alto...
Los persas, entre otras cosas, puede considerarse como la obra teatral más antigua que se conserva. Está datada en el año 472 a. C. y cabe destacar que, inusualmente, nos relata hechos contemporáneos, no los usuales históricos o mitológicos. Efectivamente, su acción cuenta la batalla de Salamina, sucedida 8 años antes y en la que no sólo Esquilo participó, sino que podemos suponer que también gran cantidad de los espectadores que contemplan la obra. Sin analizarla pormenorizadamente, centrémonos en dos aspectos, la acción y los personajes, que nos servirán para contraponerlos a la adaptación de Bieito.
La tragedia esquilea narra a través de la boca de un mensajero la derrota sufrida por Jerjes y su ejército en la batalla de Salamina. Este mensaje es contado a la propia madre de Jerjes, la Reina Atossa que está acompañada por las figuras típicas del teatro griego: el coro, que en este caso representa a unos nobles ciudadanos consejeros de la propia reina, y el corifeo, también uno de estos sabios, en este caso sacerdote.
Ante la pormenorizada relación del mensajero, la reina intenta buscar respuestas a sus trascendentales dudas, invocando al fantasma de Darío, su difunto marido, quien relata y da a entender que lo que ha perdido a Jerjes ha sido su poco recato, su desmesura, ya que ha ofendido a los dioses con su ostentación en la batalla.
Al final de la obra aparece el protagonista, volviendo de la batalla vencido y avergonzado, si bien no acepta los argumentos que el fantasma de su padre ha dado como motivo de su derrota, si bien al final, sí lo hará, quedando, de este modo, en una posición superior a la que tenía cuando comenzó. Esto no es lo más común en un héroe trágico, que siempre parte de una situación ventajosa, para llegar a un punto en que un hecho (peripeteia) hace que cambie este destino, que le hace llegar a un final trágico. El elemento conciliador, la anagnórisis o asimilación de su propio destino infausto por parte del héroe, es también un elemento que puede estar presente en la tragedia, pero no suele ser muy de Esquilo.
Lo que pretende Esquilo con su obra no es, ni más ni menos, que exaltar la victoria de Atenas en la batalla, para lo que toma la óptica de los vencidos, que muestran la magnanimidad de los atenienses en la victoria, pero todo esto desde una óptica muy propia de la mentalidad clásica. Y es que Atenas no es invencible por su fuerte ejército, sino porque cuenta con el favor de los diose, no puede ser de otra manera...
¿Qué hace Bieito con todo esto? Adapatarlo al presente. En primer lugar, Jerjes en este caso no es más que la soldado Jerjes, papel encarnada por Natalia Dicente y la Reina Atossa pasa en Bieito a ser el padre de Jerjes, de nombre Darío, como en el original, quien está muerta en este caso es la madre. Y el fantasma que se presenta al final de la obra no es otro que el de la propia soldado Jerjes una vez muerta, ahorrándose así aun personaje.
A pesar de esta transexualización de los personajes, que no es baladí, porque logra un efectismo bastante sorprendente al encarnar al "héroe trágico" una mujer y al personaje plañidero un hombre, respete Bieito de una forma casi estricta el coro y al corifeo, que en este caso son un grupo de actores músicos que encarnan a los compañeros de la soldado Jerjes en el ejército.
Y esto es también un aspecto importante que a buena parte de los puristas se le habrá pasado por alto, el componente musical. La tragedia clásica tiene un gran componente musical y en la obra de Bieito la música no para de sonar en ningún momento, prácticamente, bien se de forma instrumental, para apoyar al texto, o también cantada.
La adaptación de Bieito, de hecho, respeta incluso, obviando los detalles comentados anteriormente, la estructura de la obra clásica, sólo que adaptada a la actualidad y a la realidad que quiere mostrar. Por ejemplo, en el comienzo de la obra clásica, hay una larga nómina de los distintos ejércitos que participan en la batalla junto a Jerjes y casi al final otra simila, algo menos extensa de los grandes hombres caídos en la batalla. Esto que, por otra parte, no es si no un recurso muy propio de la literatura griega de contenido épico (baste recordar la larga lista de los participantes en la batalla de Troya que nos muestra la Iliada) es resuelto por Bieito presentándonos por un lado las tropas de la ONU que participan en misiones de paz en Irán (es donde transcurre la acción de la adaptación moderna) y, por otro, la nómina de los soldados españoles caídos en esta.
¿Podemos sacar una lectura que aúne a los dos textos, un transfondo común a las dos versiones? En cierto modo sí, pues ambas nos cuentan, desde el punto de vista de los vencidos en una batalla, las penas de un ejército que se asume como tal vencido a consecuencia de sus propias acciones. Eso sí, mientras que Jerjes es víctima de su prepotencia y escasa prudencia y único culpable de la derrota, la soldado Jerjes y sus compañeros son simples juguetes del destino, máquinas o engranajes perfectos de un sistema que les ha prometido la gloria y les ha alienado totalmente.
La finalidad de ambos textos sí que difiere de forma rotunda, ya que, si dijimos que Esquilo trata de glorificar a Atenas y ensalzar su victoria de una forma indirecta, mostrándonos el asunto desde el punto de vista de los vencidos, Bieito los usa como excusa para criticar un orden mundial belicista y un sistema militar basado en la profesinalización que llega casi a cosificación de los soldados, todo ello trufado de consignas antimilitaristas y antiamericanas. Y este ha sido el caballo de batalla del montaje, es por lo que no deja indiferente y por lo que ha sufrido no pocas críticas. Yo por mi parte, no voy a erigirme en defensor a ultranza de ninguno de estos valores ni en detractor del director, arguyendo que ha usado el texto como pretexto para sus oscuros fines masónico-propagandisticos y con cierto tufillo rojete... Sí diré, sin embargo, que quien saliese decepcionado o escandalizado por ver este despliegue ideológico, definitivamente no sabe ni qué obra fue a ver, ni conocía la trayectoria del director. A mí, sincera e independientemente de que apoye o no sus ideas y sus métodos, lo que me hubiese extrañado es no haberme encontrado todo esto.